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Incluso antes de la colonización, el área sobre la cual fue construido Silent Hill era conocida como “el lugar de los espíritus silenciosos” por los nativos del lugar, quienes le consideraban un lugar sagrado.

La Orden nació iniciando el siglo XX, como una religión autóctona que mezclaba las raíces indígenas del pueblo junto con religiones de los inmigrantes del último siglo. Aunque los integrantes de la secta no eran bien vistos por el resto de habitantes del pueblo, lograron infiltrarse en cargos de importancia política tomando el control del pueblo para mediados de siglo.

Mientras el pueblo prosperaba en una economía basada en el turismo, la orden crecía en poder y también crecía el fanatismo de sus fieles. Si Silent Hill ya por si solo contaba con cierto trasfondo horroroso, la situación empezó a tornarse entonces mucho más macabra.

Hace varias décadas se llevó a cabo un ritual durante el cual la sacerdotisa de La Orden trataría de abrir una puerta para dejar entrar a su diosa a nuestro mundo y dar comienzo así a los días de Apocalipsis que llevaría a los fanáticos al paraíso. El cruel ritual donde una niña fue quemada por su propia madre, la sacerdotisa, no logró concluirse de manera satisfactoria. Este fue el catalizador para que toda la energía psíquica que habían acumulado aquellas tierras a lo largo de siglos se viera liberada de manera violenta e inestable, y por decirlo de alguna manera, el pueblo se rompió en varias dimensiones, todas caras de una misma moneda.

La Orden permanece desde ese entonces encerrada entre los límites de las dimensiones de Silent Hill, y se dice que personas con poderosa carga emocional son atraídas de maneras misteriosas por el pueblo, y este se alimenta de ese sufrimiento, corrompiéndose cada vez más, creciendo y expandiéndose como un cáncer.